Cincuenta gritos al vació que no escuchaba ni dios, un dolor casi imposible de soportar, una tristeza que generaba disturbios entre el corazón y la cabeza que no paraba de maquinar buscando tus besos que no quisieron hacer presencia, diez abrazos que no contenían tu calor.
Fueron noventa noches pidiéndote. Mas de cuarenta cigarrillos de esos que sabes que me gusta fumar y ese alcohol de vez en cuando que me hacia pensar que todavía me querías, quizá.
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